Re-cuento de Barquisimeto en tiempos de Warimbas y mis reflexiones políticas finales (#cuandoyoseapresidente)
Leí una entrada
de este blog que escribí cuando vivía en El Obelisco, Barquisimeto, en
tiempos de Warimbas, en julio del 2017 y me asombró al ver como todo ha cambiado hasta ahora, así que re-contaré la historia de nuestro tránsito por la ciudad en tiempos de crisis sociales en la Venezuela actual y mis reflexiones políticas finales.
Luego de días o semanas, se encendió el fuego, ardieron cauchos en las 4 esquinas, bloque 10, calle 54 con 23 y 54 por la av libertador
hasta la 56, que era la que me tocaba más cerca.
tiempos de Warimbas, en julio del 2017 y me asombró al ver como todo ha cambiado hasta ahora, así que re-contaré la historia de nuestro tránsito por la ciudad en tiempos de crisis sociales en la Venezuela actual y mis reflexiones políticas finales.
Ya en 2019,
viviendo de vuelta a mi Casa, inmersa en un apagón de 5 días. Llega la electricidad, 3 am, y me pongo a escribir
estas notas, como una tarea de contar “una historia que te haga sentir bien”, entonces,
me pongo a recordar:
Vivir en la
Urbanización El Obelisco de Barquisimeto en tiempos de warimbas dejó muchas
enseñanzas en mi vida, trae recuerdos de caras amables, confusas, pacientes,
valientes, vigilantes, solidarias, gentilicio, camaradería y de Manifestaciones
Civiles Organizadas, una de las más increíbles aventuras que he vivido en esta
encarnación.
Es el vecindario
donde nací, me crié y parí mi primera hija, y donde volví luego de un giro de
20 años.
Recorrer mis
pasos de la infancia, adolescencia y primera adultez, fué demasiada
medicina.
La recorrí
caminando con mis niños en un supercoche 4x4 que me mantenía en forma caminando
por mi comunidad, haciendo relaciones comerciales naturales, de forma cómoda y
divertida.
Dábamos largos
paseos por la urbanización, conociendo sus parques, siempre acompañada por la
jauría de perros callejeros que vivían en nuestra vereda, pues unas lindas
gentes protectoras de animales, vivían allí y les cuidaban, les alimentaban,
les curaban y les trataban con respeto, entre esas raras gentes amantes de
animales, mi amada hermana, quien generosamente compartía su casa con nosotros,
y tenía 2 hermosos y salvajes gatos más una perra miedosa, Lola.
Cuando llegué aún
no se instalaban las barricadas, pero ya habían manifestaciones en las esquinas
con pancartas y montones de basura, que duraban horas.
Se hacían al
medio día y las protagonizaban mujeres mayores y algunos hombres jóvenes, de
las casas vecinas a la esquina.
Ya se comenzaban
a ver los muchachos que se estaban organizando como en manadas y andaban
juntos, como viendo que pasaba.
Pero todo
tranquilo, como siempre, una barricada, un cacerolazo, no pasa nada.
El paseo de las tardes al Parque de la
Cuchara, estaba siempre acompañado con la emoción de la vigilancia de si venía
o no venía la guardia en las esquinas donde ya ardían en llamas las guarimbas,
cada vez más grandes de basura y todo lo quemable o barricable que iban
recolectando.
Los chicos de la
“Resistencia” y sus movimientos, nos indicaban si el territorio era seguro para
juegos de niños. Cuando se alborotaba la
cosa, nos íbamos vereda adentro, hasta nuestra casa, atentos a la movida y la
jugada también.
Otra hermosa y calurosa tarde conocimos la
majestuosidad de un hermoso árbol Acacio que daba sombra a un parquecito
infantil bien simpático dentro de las veredas, detrás de la bodega.
Allí vivimos la
trágica historia de un encuentro cercano entre un pichón que calló de su nido
en el árbol y el instinto cazador de un gato doméstico que con mucha astucia,
delante nuestro, acechó y cazó al pajarito que observamos perdido, mientras los
niños jugaban en el parque.
En ese mismo
parque vi por primera vez a dos niños jugando al Warimbero y al Guardia
Nacional, recogiendo basura de la calle y atravesándola por donde caminaba la
gente.
Y por fin llegó
la tragedia que todos sabíamos que iba a suceder, el día en que hubo la baja de
uno de nuestros habitantes por las manos armadas de cuerpos de seguridad del
estado.
Me contaron los
vecinos que Bubba -que alguna vez también fue agente de seguridad- fué a
conversar con los militares que llegaban a la frontera de la libertador, que
ardía en llamas, justo frente nuestro parque, vacío ese día. Y sin escuchar argumento, fue ejecutado
frente a toda la comunidad que observaba atónito, teléfonos en mano, grabándolo
todo.
Yo lo sé, vi el
video de mi sobrina que vivió la escena frente a su casa.
En nuestro caso,
nuestro mártir de batalla es nuestro valiente Bubba, quien fué un solidario
vecino que siempre buscó y busca el bienestar de toda su gente.
Ese día los vecinos quemaron varios locales
públicos del centro comercial, incluyendo el módulo de la policía y barrio
adentro, pero respetaron y cuidaron las panaderías y locales ocupados por
ciudadanos.
Con este acto
expulsamos toda presencia del gobierno en el territorio de El Obelisco,
haciendo incluso convocatorias de asambleas donde se informaba la situación de
la comunidad.
Liderado por habitantes
que también limitaban en partidos políticos y ofrecían de sus habilidades, para
organizar la comunidad en pos del fin común: La Libertad de Nuestro país, el no reconocimiento de este gobierno como
representante de nuestra pequeña comunidad, de ciudadanos de clase media obrera.
Me gustaban los días en que los árboles del
obelisco se alborotaban con la brisa y hacían esa hermosa danza de la alegría,
y se podía caminar por la comunidad en total conexión con todos.
Me gustaba pensar
que era como la ruta de la paz, paseábamos las cuatro esquinas, agradeciendo,
rezando, como la Ruta de Xapultepec de Regina.
Llevábamos sonrisas, saludábamos a todos con quien nos topáramos,
cantábamos, nos deteníamos a ver las arañitas, las hormigas, los pájaros, toda la
gente que vivía por allí, siempre lista, siempre atenta de volver en tiempo
prudente, a territorio seguro, bajo la protección del hogar de la familia.
De pronto se instaló ese gris, nos acostumbramos a las barricadas
en las cuatro esquinas, que ya eran fortalezas con torres de
vigilancia, trincheras de protección, armas de fabricación casera para lanzar
cohetes dirigidos, capuchas, vigilancia nocturna, comités de alimentación,
persecusiones constantes de agentes a muchachos por las veredas de la comunidad.
Al caer los primeros árboles en sacrificio, como tantos caidos como nombres propios están escritos en el pavimento, ofrendados para
ser quemados en las barricadas fronterizas, ya empecé a notar el olor putrefacto.
Ya no se veían juegos en el campo de baseball.
Los gases
lacrimógenos, el humo, las explosiones, los sonidos de alarma, se hacían
cotidianos, familiares, musicales, teatrales.
Y un buen día
despertamos todos juntos y nos dimos cuenta que estábamos jugando a la
violencia, la destrucción, el caos y el desorden.
De pronto sentimos que no era justo que estos
muchachos en vez de ir al liceo, estuviesen jugando a ser Super-Héroes,
defendiendo a los débiles en contra del tirano, como soldados en la oscuridad
de una ciudad triste.
Y Fue luego de la segunda muerte de un
vecino que decidimos sin hablarlo, soltar las armas, dejar de Resistirnos y
Aceptar la realidad que estábamos viviendo.
Jamás hemos
perdido las ganas de libertar a nuestro país, solo que hemos entendido que
hemos de libertarnos primero, a nosotros mismos.
Desde que el mundo es mundo han existido
situaciones sociales y políticas que influyen en la vida de las comunidades, lo
que no es permisible es que se instalen también en nuestros pensamientos, en
nuestras emociones y en nuestros movimientos.
Y así decidimos
soltar la violencia, y entregarnos a la paz, en la consciencia de que somos los
diseñadores y constructores de nuestra propia realidad, utilizando la habilidad
de cambiar la percepción que se tiene de la experiencia y adaptarnos al medio
como lo hemos hecho siempre los seres humanos.
Así, nuestro país
se ha liberado del yugo de la política, paradigma dominante de la mente humana
que es necesario vencer y cambiar para evolucionar a la nueva consciencia
social, justa y amable.
Así, la economía
de mi país ahora está liderada por el pueblo mismo, en la calle, en el
intercambio de bienes que tengan verdadero valor, como la comida y el papel
sanitario.
Hemos logrado
hasta dolarizar la moneda -sin intervención alguna del estado ya inexistente-,
ya el azúcar es considerada una droga legal en el manteco y falta poco para
liberar también a la cannabis.
Nos hemos
declarado un pueblo libre de gobierno, es decir, ya no es
tan influyente en nuestras vidas el quien se crea presidente de este país,
sabemos que ninguno lo es, y que ninguno lo merece, así que, declaramos que no
tenemos presidente y haremos lo que nos de la gana de hacer, para mantener a
nuestra familia en abundancia, salud y bienestar.
#cuandoyoseapresidente
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